martes, 29 de junio de 2010

El nuevo origen de las especies


Y finalmente se cruzaron los vientos y los fuegos, el cielo se volvió obsoleto. La última danza tembló en la tierra para dar paso a un nuevo comienzo de la naturaleza. El fin del ciclo humano se avecinaba súbitamente y los animales pasarían a ser los mayores intérpretes de la existencia en la tierra. Contemplarían así su cargo de reales soberanos, antiguos verídicos dominantes de un planeta usurpado por una raza infecta, que creía ser superior, y por tal egolatría suprema destruyo casi en su totalidad los mas vastos y embelesantes dotes de la madre naturaleza junto con sus infinidades de mágicos componentes. Todo esto, a causa de la codicia y vesania predominante del hombre. Días antes del ultimo ocaso, del ultimo suspiro humano, todas las especies que habitaban la tierra emigraron a un lugar sagrado, se elevaron con alas hacia el cielo y predominaron el fin del hombre desde nubes bañadas en tintes violetas y blancos, y desde allí arriba, contemplaron inclementemente el dichoso cataclismo. Observaron como se arrodillaron ante el ultimo día quienes ultrajaron sus paraísos mas preciados, fueron testigos de como sus irradiantes ojos se alzaban y se arrepentían de subestimar el sabio poder, el sabio poder de la máxima esencia natural.
Todo esto se manifiesta como un proceso de consolidación de los códigos en la tierra, una petición que los animales imploraron a los dioses, luego de tanta barbarie ocasionada por la incultura y crueldad, de quienes poseían el poder de las “tierras” en el planeta denominado “tierra”.
Este era su último juicio, su acreditada venganza, luego bajaron a gobernar una nueva era, sin malevolencia o crueldad alguna, donde las leyes de la vida y de la muerte las decretaría por las mañanas el sol y por las noches la luna.
Cuando se cruzan los vientos y los fuegos se produce la corriente devastadora más imponente que pueda concebir un mundo. Esta, responsable de un gran cambio sustancial para el reino animal y vegetal, se produce como una suave luminiscencia que va terminando con las almas de todo ser viviente a su paso. Una impresión inmensa que deja solo rastros de cuerpos tendidos y que terminan evaporándose convirtiéndose en energía liberada hacia algún cosmos. El reino vegetal sufre también la ejecución, pero se regenera al no quedar más rastros de hombres. , vuelve a nacer.
Los dioses cumplieron, descendieron y comenzaron con una mortificación total de manera impetuosa. La casi total exterminación de los hombres llego a su consumación. Solo dejaron un número reducido de personas, a estos pocos les sacaron sus ojos con el mismo fuego sagrado y los dejaron inmersos en una ardiente ceguera, para que recuerden cada día de sus vidas que “todo lo que el ser humano incorporo a la naturaleza, estuvo de mas, incluido el mismo”. Unieron hombres y mujeres en parejas para que vagaran por el nuevo reino buscando un puro escarmiento y llegaran a comprender cual fue su desacierto en la manipulación de el planeta. El motivo de conjuntar de a dos personas con sexos opuestos, fue para dar una nueva oportunidad a la anteriormente llamada “raza humana” de volver a procrear una nueva especie, pero no poseerán bajo ninguna circunstancia, la facultad de volver a regenerarse en el medio ambiente como “humanos”, sino como animales. Solo así cultivarían la verdadera esencia pura de la vida y la ley universal incondicional de todo ser viviente que habite el mundo. Esta debe regirse como un estatuto inamovible y debe juzgar inflexiblemente a quienes corrompan su significación.
“No existe bajo ningún fundamento, una desemejanza entre la naturaleza y la sabiduría. La cohesión de ambas engendra y dirige a todas las especies. Infortunado aquel que aspire a obstruir su evolución, porque entre vientos y fuegos, padecerá la erradicación de la misma y se encomendara al martirio perpetuo. “

MFC.

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